Siempre, desde niño, me gustó el
deporte y, en aquellos años, practiqué todo el que pude. Como la mayoría de los
niños quería ser futbolista. Lo intenté en uno de los equipos de mi pueblo,
pero me dieron la carta de libertad muy pronto. Era demasiado malo. Mi carrera
futbolista sólo duró una temporada. Sin embargo, mi afición por el futbol
siguió.
Soy de Er Beti’, qué le vamos a hacer. Como digo siempre, es una desgracia
como otra cualquiera. Sé que pertenezco a un equipo que, como el ochenta por
cierto de los equipos de primera división, nunca va a ganar nada o casi nada,
que es lo mismo.
Sin embargo, ser bético, no me ha
impedido alegrarme de las victorias del Madrid y del Barça en Champions y de entristecerme
con la eliminación del Málaga. Canté eufórico los goles de estos equipos en
Champions. Sus victorias las sentí como si fueran las de mi Beti’.
¿Pero por qué di saltos de
alegría y celebré las victorias de unos equipos que no son el mío?
Sencillamente porque cuando cualquier equipo de este país juega un partido
internacional, yo me siento de ellos. En esos momento me siento malaguistas,
madridistas, barcelonistas, valencianistas… incluso sevillista (que siendo
bético tiene guasa).
En el juego del deporte, en las
competiciones internacional, sé a quiénes siento como mi gente, a quiénes les
deseo la victoria.
¿Y en el deporte de la vida?
¿Quién es mi gente?
Hoy, viendo las noticias sobre el
atentado durante la maratón de Boston, he sentido otra vez ese pellizco punzante
en mi estómago, y ganas de llorar. Otra vez bombas que matan. Otra vez inocentes
que mueren. Otra vez calles manchadas de sangre y regadas por las lágrimas.
Otra vez el ser humano reventado y esparcido por los suelos. Otra vez el dolor
humano retransmitido por televisión.
Una vez más, el monstruo se ha
escapado y ha destrozado la posibilidad de vivir en paz. Viendo las imágenes de
las explosiones en Boston, vuelvo a tener muy claro cuál es mi equipo en el
deporte de la vida: la gente que sufre.
Mi equipo son las personas y mi
deporte, hoy, es el atletismo… y ahora mismo quisiera correr por las calles de
Boston llevando besos, flores, ternura, calor…, cualquier cosa que sane el
dolor de todos los que han sufrido el atentando y el dolor de sus familiares.
Dicen los medios que entre los
muertos hay un niño de 8 años. ¡¡8 años de inocencia aniquilados!! ¡¡Al
culpable o a los culpables yo les maldigo!! ¡¡8 años de maldiciones y de
dolores para el que ha puesto o los que han puesto las bombas, en un lugar en
el que miles de personas (de cientos de países) tan solo querían competir, pero
hermanados, en el juego del deporte!!
Si el que ha puesto las bombas es
un majara como el de los atentados de Oslo o como esos locos que cogen un rifle
y sin más empiezan a matar, lloraré por todas las personas que han sufrido el
atentando.
Si las bombas las han puesto unos
fanáticos religiosos o políticos, igualmente lloraré por todos los que han
sufrido el atentado de Boston pero, sobre todo, lloraré por nosotros, por haber
perdido otra oportunidad para hacer un mundo mejor.
Sea lo que sea, ¡¡ánimo a los
atletas que en los próximos días correrán por las calles del mundo!! Estoy
seguro que ellos correrán por todos nosotros ahuyentando la muerte y esparciendo
la vida con cada zancada y gota de sudor.